Q
uere
m
os que las reuniones de nuestro colectivo de
C
ristianos de
B
ase
tengan el sentido
que
J
esús evocaba cuando decía
:
«
donde están dos o tres reunidos en
m
i no
m
bre
,
allí estoy
yo en medio de ellos
». E
ntende
m
os que reunirse en el no
m
bre de
J
esús no es un acto de culto
,
sino que tiene co
m
o fin recordar su enseñanza
,
la
m
isión que encarga a sus seguidores:
afrontar los proble
ma
s hu
m
anos co
m
o lo hacía él
. R
eligiones ya abundaban en el
m
undo en
tie
m
po de
J
esús
,
alguna de ellas existe aún
. L
o peor del caso es que sus seguidores siguieron
un tipo de religiosidad que no
m
ejoró lo que había
. Y
el actual tipo de sociedad es tan
injusto e inhu
m
ano co
m
o el que
J
esús conoció
,
y las iglesias que se definen asa
m
bleas de
los seguidores de
J
esús no están contribuyendo a fo
m
entar la
m
ejora social necesaria.
N
o es la pri
m
era vez que en nuestras reuniones deplora
m
os esa la
m
entable situación de
nuestra
I
glesia y la sociedad
. D
e hecho
,
la
T
eología de la
L
iberación
que nos inspira nació
de la voluntad de afrontar esa triste realidad
. P
ero en esta ocasión concreta esta
m
os ante
nuevos datos sobre los que se puede y se debe reflexionar
. E
n pri
m
er lugar
,
está la frus-
tración que produjo el desenlace del
S
ínodo de la
S
inodalidad en las
(
pocas
)
personas que
había
m
os llegado a enterarnos de qué se trataba
. T
odo lo relacionado con ese
S
ínodo fue
decepcionante
. V
i
m
os que el episcopado
,
con su control del aparato eclesial
,
torpedeó de
hecho la participación del laicado en la fase que le asignaba la normativa del proceso.
La mayor parte de los fieles de la Iglesia ni siquiera se llegó a enterar de la existencia
de ese Sínodo y lo que pretendía en teoría.
P
ero por su propia nor
m
ativa
,
los sínodos están li
m
itados y subordinados a los intereses del
esta
m
ento clerical que se auto
-
asignó el poder en la
I
glesia
. L
a participación de los laicos
,
en la etapa inicial fue un gesto para la galería, tuvo sólo un carácter consultivo y en la
práctica no tuvo ninguna transcendencia
. E
n el debate de nuestra reunión hubo alguna
intervención que señaló que ese poder decisorio de la jerarquía eclesial está condicionado
por otros poderes, unos poderes económicos concretamente. El Estado Vaticano, como
B
oletín nú
m
. 68
- 10 de diciembre de 2024
cualquier otro poder terrenal
,
tiene intereses econó
m
icos
. T
iene una corte papal
,
guardias
,
funcionarios
,
sirvientes
,
ad
m
inistrativos
,
especialistas de diversos tipos
, m
inistros cardena
-
les
...
que perciben un sueldo
. E
l funciona
m
iento de ese entra
m
ado se ajusta a presupuestos
,
requiere financiación
E
l
m
anteni
m
iento de ese aparato organizativo depende de las dona
-
ciones de los fieles, principalmente a través de las Iglesias
m
ás ricas.
D
esde el poder econó
m
ico se puede condicionar y dictar la línea a seguir por los gobernan
-
tes
. E
sto ocurrió sie
m
pre en la sociedad y ta
m
bién en la
I
glesia
. E
s decir
,
lo que
m
ueve la
actividad y los afanes hu
m
anos es el interés, el egoís
m
o
. L
a actual situación en el
m
undo
presenta un aspecto cada vez
m
ás a
m
enazador
. L
as guerras en curso de los últi
m
os años
se van a
m
pliando
,
y en
E
uropa no esta
m
os a salvo de esa escalada
. L
o que está en el
fondo de toda la proble
m
ática hu
m
ana
,
la co
m
petición entre las naciones
,
las pugnas en las
I
glesias y en todos los á
m
bitos organizativos
,
es el afán de poder
,
de do
m
inio
,
de posesión
L
as sociedades hu
m
anas civiles o religiosas
,
están construidas sobre ese terreno del interés
particular, individual
,
egoísta
U
nas clases sociales do
m
inan y explotan a otras, la corrup
-
ción es expresión del afán de lucro y posesión
,
incluso a costa de perjudicar a otros
. L
a
co
m
petencia entre las grandes potencias tiene por objeto el control y posesión de los
recursos del planeta
,
y cuando peligra la hege
m
onía de la potencia do
m
inante se pueden
originar conflictos
m
ilitares
,
co
m
o los que ya están en curso.
E
n resu
m
en
,
las relaciones hu
m
anas están basadas en el interés que las enfrenta
. E
l debate
de la reunión de nuestro grupo conte
m
pló esa realidad e intentó interpretarla
. L
a finalidad
que ve
m
os en lo que
J
esús lla
m
a
reunirse en su no
m
bre
es analizar la proble
m
ática
hu
m
ana a la luz del
E
vangelio
. L
a enseñanza que Jesús i
m
parte en el
S
er
m
ón de la
M
ontaña presenta unos valores distintos de los de los reinos del
m
undo para funda
m
entar
la convivencia hu
m
ana
. L
as
B
ienaventuranzas son el progra
m
a del
R
eino que
J
esús quiere
instaurar
. V
aloran la paz y quienes la pro
m
ueven
:
B
enditos los pacíficos porque ellos
heredarán la tierra
;
B
enditos los que buscan la paz porque serán lla
m
ados hijos de
D
ios
.
T
a
m
bién valoran la e
m
patía o solidaridad hacia los necesitados, co
m
o los refugiados e
in
m
igrantes
:
B
enditos los
m
isericordiosos porque ellos alcanzarán
m
isericordia
.
P
ro
m
ue
-
ven solidaridad también con los infelices que sufren penalidades
:
B
enditos los que lloran
porque serán consolados
;
B
enditos los pobres en espíritu porque de ellos es el
R
eino de
los
C
ielos
. E
s claro que los valores del
E
vangelio contradicen los criterios con los que se
m
aneja el
m
undo
:
Am
ad a vuestros ene
m
igos
,
haced bien a los que os odian; bendecid a
los que os
m
aldicen y orad por los que os persiguen
. A
l que te hiera en una
m
ejilla
,
preséntale ta
m
bién la otra
;
y al que te quite la capa
,
dale ta
m
bién la túnica
.
J
esús deno
m
ina
construir sobre roca
a la puesta en práctica de ese progra
m
a
. U
na socie
-
dad construida sobre esos valores es co
m
o una casa que resiste todas las contingencias
del te
m
poral por estar bien ci
m
entada
. E
n ca
m
bio
,
las sociedades hu
m
anas basadas en
los criterios de conveniencia egoísta son
,
según la enseñanza del
M
aestro
,
co
m
o una casa
construida sobre arena
,
que se viene abajo cuando se dan condiciones adversas
. Y
a ve
m
os
sobre qué valores se asienta nuestra sociedad capitalista de la propiedad privada, del
m
ercado y su instru
m
ento el dinero
. L
os
m
ales que aquejan a nuestro
m
undo son la catá
-
strofe que le sobreviene por basarse en ese terreno inseguro de la explotación y la inso
-
lidaridad hu
m
ana
. N
uestra
I
glesia hace
m
ucho que dejó de trans
m
itir esa enseñanza
,
y no
la vive ella
m
is
m
a en su for
m
a de organización
. R
eunirse en no
m
bre de
J
esús i
m
plica ha
-
cerle presente, evocar su espíritu y asu
m
ir la tarea que nos asigna de ser luz del
m
undo
y sal de la tierra. Nos convoca para proseguir su misión de denuncia profética.